Ángel y su mochila
Érase una vez, en la vibrante ciudad de Berlín, que estaba pasando unos días Ángel, que era el padre de vacaciones de Nyje cuando ella era pequena. Ángel estaba en Berlin para pasar unos días en familia con su hija “postiza” y con sus nietos Tiana y Natián, y así sentirse arropado y querido después de unos tiempos duros de pérdidas y ausencias que le dolían en el corazón.
Ángel se sentía ahora feliz y emociado con cada rincón de la ciudad que conocía y se sentía de nuevo lleno de vida y de energía! Recorrió la Puerta de Brandenburgo, admiró y respetó el Monumento del Holacausto, disfrutó de Alexander Platz y también pudo pisar la Potsdamer Platz, donde se celebra el festival de cine de la Berlinaler y muchos sitios más, como el conocido Muro de Berlin!!
Aprovechó también el tiempo para conocer otras ciudades de los alrededores, como Potsdam, donde caminó desde el Palacio Nuevo, hasta el Palacio de Sanssouci, que significa “sin preocupaciones”, que era tal y como se sentía en esos momentos de ocio.
Tuvo partes duras de su estancia, como conocer el campo de Concentración de Sachsenhausen, y donde pudo observar de primera mano los horrores que se cometieron allí, y que nos recuerdan que nunca en la vida se deben de volver a cometer, respetando a los seres humanos por el simple hecho de serlo, con independencia de sus origenes, razas, religión o demás diferencias que nos hacen tan únicos.
Pero llegó el momento en que el abuelo aventurero Ángel tenía que seguir su camino como si fuera un moderno Willy Fog, y se empezó a emocionar mucho por su próximo viaje a Zürich, ya que en esa ciudad de Suiza le estaban esperando con mucho amor su hijo Luis con su mujer Bea y, sobre todo, sus preciosos nietos Laura y Marcos, que ya estaban ansiando volver a abrazar a su abuelo.
Ángel había planeado muy bien este viaje y creía que lo tenía todo controlado: los tiempos, las tarjetas de embarque, la llegada y demás, y estaba ansioso por embarcar en el avión que lo llevaría a nuevas aventuras. Sin embargo, lo que Ángel no sabía era que esta jornada estaría llena de sorpresas inesperadas que le enseñarían valiosas lecciones.
Era una mañana fría y lluviosa en Berlín cuando Ángel se disponía a partir al aeropuerto con Nyje, que ya lo esperaba en su coche junto a la preciosa Tiana, para acompañarlo. El abuelo aventurero se retrasó un poquito, pero al final se subió al coche con su familia berlinesa que lo llevó con tiempo y con amor al aeropuerto.
Sin embargo, en medio de toda la diversión y mientras el tiempo volaba disfrutando de la compañía mutua y creando recuerdos que durarían toda la vida, Ángel olvidó completamente su mochila en casa de sus amigos y, a la vez, familia.
- ¡No puede ser Ángel!!, ¿estás de broma? – Preguntó incrédula Nyje pensando que era otra trastada más de su padre postizo el bromista.
- ¡No, de verdad!!, pensé que la mochila la habías cogido vosotros, contestó desconcertado Ángel.
- Pero, ¿dónde estaba tu mochila? Preguntó a su vez Tiana y asegurando que en casa no la había visto.
Fue un momento de incertidumbre y de incredulidad, pero pasado el estupor inicial, decidieron conducir rápidamente de vuelta a casa para recoger la mochila olvidada e intentar regresar de nuevo al aeropuerto.
Los nervios eran terribles, el tiempo no acompañaba, las carreteras parecían infinitas y los semáforos eternos. Aún así, se llegó a casa. Liam, el papá de Tiana y Natián, ya estaba en la puerta para alcanzar la mochila que Ángel se había dejado encima de la cama y, prácticamente desde la puerta, la tiro a las manos de Ángel, que con buenos reflejos la recogió, y emprendieron el camino de nuevo al Aeropuerto de Berlin Brandenburg, donde llegamos antes de la salida del avión.
Las despedidas fueron cortas, las carreras largas, los nervios intensos… Ángel lograba pasar el control de seguridad, corría asfixiado y sin apenas fuerzas hasta la puerta de embarque, intentaba todo en su anhelo de pillar el avión que le llevara a Zürich y…
¡Noooooo, no puede ser!!, – exclamó derrumbado Ángel. Se ha cerrado el vuelo, no puedo pasar!!
Aún así Ángel no desistió y siguió preguntando a cuanta gente veía por allí para subir a su avión. No tuvo éxito, y se sintió desolado, abatido, frustrado …y muy enfadado consigo mismo, por todo lo que había ocasionado su olvido con la mochila y por no haber podido lograr su objetivo, pese a todo el esfuerzo y el empeño.
Desconsolado, Ángel regresó a casa de Natián y Tiana y casi no habló en el camino de vuelta, lo cual era difícil en él!. Al verlo regresar, su familia berlinesa pudo percibir su decepción y rápidamente se pusieron en acción para animarlo. Prepararon su juego de parchís favorito, cocinaron sus platos alemanes preferidos, salchichas con mostaza, y llenaron la habitación con risas y alegría. Tuvo la suerte de ganar la partida de Parchís!!… y, además, de hacer muy feliz con sus juegos a Natián, que lo quería mucho y a Tiana, que le encantaba también el Parchís!
Así que, a medida que la noche avanzaba, Ángel comenzó a darse cuenta de algo muy especial: aunque había perdido su vuelo, había ganado momentos preciosos con sus amigos y familia.
En ese instante, Ángel aprendió una lección invaluable: a veces, de algunas pérdidas surgen oportunidades preciosas. La pérdida de su vuelo le permitió ganar no solo una partida de parchís, sino también vivir momentos de cariño y compañía únicos que fortalecieron su amistad de manera que nunca hubiera imaginado.
Con el corazón lleno de gratitud, Ángel comprendió que las experiencias compartidas con Natián y Tiana eran más valiosas que cualquier viaje. Prometió a sus amigos y a sí mismo valorar siempre las relaciones y los momentos especiales por encima de los planes y expectativas.
Y así, aunque Ángel no llegó a Zürich según lo planeado, su aventura en Berlín le enseñó que las verdaderas joyas de la vida a menudo se encuentran en las sorpresas inesperadas y en la calidez de la amistad verdadera. Desde ese día, Ángel miró cada situación con nuevos ojos, siempre buscando la oportunidad oculta en cada pérdida, sabiendo que a veces los cambios de planes pueden llevar a los tesoros más preciosos.
¡COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO!