El reino del castillo de origami
En un reino muy lejano de oriente, vivía una familia muy divertida y amorosa, pero muy pobre, que luchaba cada día de sol a sol por darles un futuro mejor a sus hijos; dos pequeños llamados Isaac y Bella, que eran la luz y la vida de sus papás.
En el reino de Argulli apenas había prosperidad, puesto que las tierras eran poco fértiles e incapaces de dar fruta a los numerosos árboles que se agolpaban en la orilla del río, intentando llegar con sus largas raíces a beber de su agua.
Isaac, que era un chico avispado, inteligente y soñador, se pasaba días enteros pensando qué podía hacer para ayudar a sus padres y a su hermana pequeña a que tuvieran una vida más desahogada y sin tanto trabajo, para poder pasar más tiempo en familia.
Uno de esos días en los que pensaba mientras hacía figuritas de papel, llamadas origamis, se puso a armar un castillo con el papel de un periódico viejo que había encontrado por fuera de la fábrica donde trabajaba su padre, llamado Juan el fuerte.
Estaba tan pensativo y abstraído en sus propias ideas y sueños que se le pasó el tiempo en un pis pas y, cuando lo acabó, habían pasado más de ocho horas de unir esquinitas de papel de diferentes tamaños hasta conseguir el precioso castillo de origami, que se asemejaba en su totalidad, salvo por su tamaño, a un castillo de verdad.
Mientras observaba maravillado su propio trabajo, una luz violeta intensa inundó toda la habitación, arrasando todas las hojas restantes del viejo periódico y metiendo a Isaac y a su castillo de origami en una especie de pequeño tornado, que giraba tan rápido y veloz, que se tragó en un par de segundos todo lo que existía hasta entonces en ese diminuto cuarto. Al llegar al final del túnel, el muchacho cayó en una montaña de hojas de colores, suaves y mullidas, que lo hicieron sentir muy bien y sin un atisbo de miedo. Cuando miró a lo alto para incorporarse, observó, con asombro, que las hojas provenían de un árbol inmenso que estaba cerca de un castillo… ¡de su castillo! ¡¡de su castillo de origami!!
¡¡No se lo podía creer!! Era su castillo, el castillo que con tanto trabajo había realizado, doblando con arte, talento y pericia, cada esquinita de papel de aquel periódico abandonado. Se sentía confuso, pero muy, muy feliz, de lo que estaba viendo ante sus ojos. Durante unos minutos dudó si acercarse al castillo o si frotarse los ojos muchas veces para ver si todo era un sueño maravilloso que lo transportaba a otro mundo, a otro reino. Al final decidió aventurarse a descubrir que había en aquel castillo, en su propio castillo de origami.
Al acercarse a la puerta, ésta se abrió rápidamente sin necesidad de tocarla, y un par de segundos después se encontraba en la mitad del salón más grande, hermoso y brillante que había visto en su corta vida. Al girar su cabeza a la derecha, el sol entró por uno de los ventanales y uno de los rayos de luz se clavó en la mitad de su frente.
- ¡Hola Isaac! tu trabajo es maravilloso, ¡espléndido, diría yo!- exclamó el rayo de sol – como si tuviera vida propia.
- ¡Hola! – respondió el chico – sin saber muy bien con quien hablaba.
- Imagino que estás desconcertado, pero es muy normal, creo yo… nunca te hubieras imaginado hablar con el abuelo Sol, ¿verdad?
- No, sinceramente no,… ¿pero tienes vida?
- ¡Claro que tengo vida muchacho incrédulo! Gracias a mi luz, a mi calor, a mi energía y a tantos otros regalos que doy cada día desde mi salida hasta mi ocaso, las cosechas producen alimentos, los árboles frutas, la tierra se vuelve fértil junto a las aguas cálidas y así muchas más cosas se hacen posible gracias a mi existencia.
Isaac se quedó pensando de nuevo y reflexionando sobre todo lo que le contaba la voz grave, pero a la vez amorosa, del abuelo Sol, hasta que se atrevió a preguntarle si le ayudaría a hacer más fértiles las tierras del reino donde vivía, para que sus habitantes no pasaran más penurias y las familias pudieran vivir más felices, sin tener que trabajar de forma tan dura de sol a sol.
El abuelo Sol le contestó que ya lo había hecho, con sus consejos, con sus explicaciones y con todo lo que iba a ver desde que saliera del castillo, porque él, el mismo Isaac, ya lo había conseguido con sus propias manos, con su propio trabajo, con su propio esfuerzo y dedicación al haber construído el castillo de origami.
Y, efectivamente, ¡el Sol tenía razón! El castillo de origami, su castillo, seguía siendo inmenso, imponente, …y seguía allí plantado, elegante y observador de todo lo que pasaba en el pueblo, en el bosque y en todo a su alrededor.
Gracias al castillo de origami de Isaac, que se había convertido en un castillo de verdad, el reino de Argulli se hizo famoso. Se hizo tan conocido que personas de todos los lugares del planeta, de oriente y de occidente, del norte y del sur, venían a conocerlo, a visitarlo, convirtiendo el lugar en uno de los reinos más famosos y conocidos de toda la tierra.
Así fue como el reino del castillo de origami se convirtió en un lugar próspero, donde la abundancia era ahora la reina del lugar, donde cada familia recibía una justa recompensa por su trabajo, donde todo el mundo podía tener una ocupación y una actividad para atender a todos los visitante que venían al reino; y donde, además, sus tierras se convirtieron de nuevo en fértiles, gracias a todos los consejos del abuelo Sol, que el pequeño Isaac había aplicado a sus nuevos inventos para aprovechar toda su energía y su calor.
¡COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO!