El armario de los mundos de color
En un pueblo muy lejano de Oriente Medio, vivía una preciosa y risueña niña llamada Oasis. La llamaron así al nacer, porque para sus padres era un sueño hecho realidad, como encontrarse un oasis en el medio del desierto.
Desde el principio Oasis fue una pequeña muy especial, atenta, cariñosa y buena, que tenía la particularidad de soñar cada noche que hablaba con las hadas.
Un día, poco después de cumplir años, su mamá la mandó a recoger su habitación y a ordenar su armario, porque la verdad, de tanto soñar con hadas, solía dejar todo un poco desordenado y le costaba mucho recoger sus propios desastres.
Ese día se le ocurrió que iba a colocar la ropa por colores, como si tuviera un arco iris en el armario, por si a alguna hada se le pasaba por la cabeza venir a visitarla. Cuando colocó la primera tanda de ropa de color rojo, de repente se abrió la puerta a otro mundo, que era todo de color rojo.
- ¡Ayyyy mi madre! ¿Qué he hecho? ¿Dónde estoy?– se preguntó Oasis para sí misma un poco desconcertada y hasta miedosa.
- Estás en el pueblo de las fresas, en Fresilandia y yo soy Fresita Hielitos, ja, ja, ja… Me llaman así porque cada vez que toco alguna fruta cuando estoy enfadada o molesta con algo, se hacen pequeños cubitos de hielo con el sabor de esa fruta.
La diminuta fresa, que podía hablar sin problemas con Oasis, porque ella conocía el idioma de las hadas, de tanto soñar con ellas, le explicó que se encontraba en un mundo donde todo era de color de fresa y por eso lo veía todo de color rojo. De allí salían las manzanas rojas, los tintes de ropa rojo, los lápices de color rojo, los zumos rojos…y todo lo rojo que pudiera imaginar.
A la niña le parecía el mundo más hermoso y mágico que nunca había visto, hasta que cerró los ojos y de forma automática estaba de nuevo delante de su armario, colocando ropa.
Pensó que todo había sido fruto de su imaginación y siguió colocando sus cosas, esta vez, toda una fila de jerseys y camisas de color azul…¡¡y zas!! Estaba encima de unas nubes blanditas y suaves de color azul cielo, y las había de todos los tonos posibles de azul, como el turquesa, el color azul bebé, el azul marino y muchos más.
- Hola linda niña, ¿cómo te llamas? – preguntó una voz que la pequeña Oasis no sabía exactamente de donde venía.
- Soy Oasis del Khabib, contestó mirando para todos lados rápidamente.
- No, no, estoy aquí, justamente debajo de tí, y me haces cosquillas con tus piecesitos.
- Ay, perdona, es sin querer.
- No te preocupes, si me encanta. Son como pequeñas caricias.
Así fue como averiguó Oasis que se encontraba en el mundo de los sueños, donde uno puede imaginarse y vivir cualquier aventura con la que sueñe.
Pero, otra vez, al abrir los ojos, estaba realmente en su cuarto, ordenando todo. Se extrañó mucho, pero como su mamá siempre le decía que bajara de las nubes, pues pensó que se le había ido otra vez el pensamiento a su mundo de hadas.
Esta vez, colocó la tanda de ropa de color verde…. y sí, de nuevo el armario mágico la transportó a otro mundo diferente, al bosque más bonito e inmenso que la pequeña Oasis había visto en toda su vida.
- ¡Wowww!– Exclamó maravillada de lo que tenía ante sus curiosos ojos.
- Sí, es muy bonito ¿verdad?– le preguntó un diminuto animalillo con forma de puercospín, pero que no picaba, sino que desprendía olor a flores del bosque.
Entablaron una amena conversación y así fue como supo Oasis, que había ido a visitar el mundo de la naturaleza, donde todo es limpio, puro, lleno de vitalidad y energía, y donde toda clase de seres viven en armonía y paz, disfrutando de sus diferencias y aprendiendo unos de otros.
Esta vez, intentó arrancar una hierbita del suelo, para ver si lo que estaba viviendo era realidad o pura fantasía, pero cuando se disponía a hacerlo, apareció de nuevo agachada, en la misma posición que tenía en el bosque, delante de un montón de ropa y trastos que aún le quedaban por ordenar.
Cada vez que colocaba ropa conjuntada de un mismo color en el armario, Oasis se transportaba a un mundo diferente, del que aprendía muchísimo al volver, y así fue, como la niña descubrió que tenía un armario mágico que la transportaba, cada vez que lo deseaba, a un mundo distinto y especial. Solo tenía que usar la clave, que consistía en ordenar por colores …y ¡¡epa!! la puerta a cada mundo mágico de color, se abría a través de su armario.
Casi al final del todo, cuando ya no le quedaba apenas nada por colocar, decidió poner varias piezas de ropa junta, ordenada, pero de colores diferentes, a ver qué ocurría. Y, como por arte de magia, se encontró en el mundo del Arco Iris, donde todo brillaba con gracia, el sol iluminaba con una luz cálida, el cielo parecía de todos los colores imaginables, el verde de sus bosques era intenso, y sus ríos y lagos tenían el agua más transparente y limpia que se pudiera imaginar.
Admiraba extasiada Oasis ese mundo, cuando de repente escuchó en su oído:
- ¡¡Oasis!! ¡de nuevo por aquí! ¡Teníamos muchas ganas de verte!
- ¡¡No me lo puedo creer!!– exclamó la niña entusiasmada – Pero si sois vosotros, Lara, Tuqui, Xachi, Kaly y Bebi, con las que hablo cada noche y juego en mis sueños. Entonces ¿existís de verdad?– preguntó Oasis, sin apenas poder creer que estaba viendo a sus amigas las hadas y a sus amigos los elfos.
- ¡Pues claro que existimos!– respondieron al unísono. Si no, ¿cómo podrían cumplirse los sueños?
La pequeña Oasis estaba tan feliz, que no pudo percibir cuanto tiempo había pasado ya en el mundo del Arco Iris, jugando y charlando alegremente. Solo se dio cuenta de ello, cuando escuchó:
- Oasis, baja ya mi amor, la cena está lista.
- Ya voy mamá. Termino enseguida.
Su habitación estaba perfectamente recogida y, lo mejor de todo, es que ella se lo había pasado estupendamente bien colocando todo y ordenando su ropa, gracias al armario mágico de colores.
Nunca más se sintió mal al tener que recoger, porque sabía que podía visitar cada mundo que quisiera, incluso el mundo de Arco Iris, donde habitaban las hadas y elfos, su mundo mágico preferido. Así podía jugar y divertirse con sus amigas y amigos, sin esperar a soñar con ellos por la noche.
Y encima, su mamá estaba ahora siempre feliz y de buen humor…y tenían más tiempo para estar juntas, porque su armario y su cuarto, estaban siempre recogidos. Así que Oasis, se sentía la niña más afortunada del mundo.
¡COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO!