
Los Viamontinos
En un planeta de la vía láctea exterior vivían unos pequeños seres, con forma de setas, pero con un gran corazón. El planeta donde habitaban se llamaba Viamonte y por eso ellos eran conocidos como los viamontinos.
No todo el mundo conocía de la existencia de estos seres maravillosos y no todo el mundo podía comunicarse con ellos, puesto que hablaban solo en el idioma de los animales.
Un día llegó una nave espacial procedente del planeta tierra con una familia muy aventurera en su interior, a la que le gustaba explorar nuevos horizontes. Al descender por la escalerilla de la nave, Tiana, que así se llamaba la niña exploradora de la familia, descubrió que habían aterrizado en un planeta maravilloso, lleno de luz y de color. Al quitarse el casco especial que la protegía, descubrió que podía respirar con total normalidad, puesto que allí había una atmósfera muy parecida a la de la tierra.
Muy contenta por su descubrimiento animó a sus papás y a su hermano pequeno Nathian a que bajaran de la nave y disfrutaran de aquel paraíso que acababa de descubrir.
Mientras sus papás, Joan y Anna, buscaban un refugio en el que poder pasar unos días, Tiana agarró la mano de su hermano pequeño y se dispuso a explorar aquel maravilloso mundo que se abría ante sus ojos.
Al cabo de una media hora, se encontraban en la zona más profunda del bosque, en el que encontraron especies muy raras y exóticas, como serpientes sin veneno y amigables, monitos de seis patas que robaban todo lo que pillaban para jugar y divertirse, osos pequeñines que parecían de peluche, por sus colores y suavidad, y así un largo número de nuevos y tiernos animalitos nunca vistos en el planeta tierra.
De repente, y sin querer, Tiana pisó a uno de los pequenos viamontinos, cuando intentaba trepar a un árbol para probar de su fruta.
- ¡¡Ayyyyy, ayyyy, que me haces mucho daño!! ¡¡¡Quita, quita, apártate de mi!!!, gritaba y sollozaba con su voz diminuta, César, que así se llamaba el viamontino de color azul cielo.
- Lo siento mucho, ¡¡perdóname, por favor!! – exclamó Tiana, sorprendiéndose a sí misma de poder hablar con aquel extraño y diminuto ser.
- No pasa nada, ¡¡ya no me duele!! ¿Cómo te llamas? – preguntó curioso César.
- Tiana, y éste es mi hermano pequeño Nathian. Acabamos de llegar de la tierra.
- ¡Ahhh, es un planeta precioso, me encantaría viajar allí! – respondió el pequeño viamontino azul.
César le explicó a Tiana, ya que no se le quitaba su cara de asombro, que se podía comunicar tan bien con él, porque ella conocía el lenguaje de los animales y del bosque, y ellos hablaban esa lengua, conocida como el idioma del corazón.
Fueron a la aldea de César y allí conocieron a muchos viamontinos de todos los colores imaginables, puesto que no había ninguno igual a otro. Croqui, el carpintero simpático y bonachón, Marcela la cocinera risueña, Martin, el científico, Colitas, la bebé golosa, Mirena la profesora, y así muchos más viamontinos que pronto se ganaron el corazón de toda la familia, por su bondad y nobleza.
Tan bien se sentía allí la familia Jordan, que no veían la necesidad de regresar a la tierra. Descubrieron que los viamontinos solo adoptaban esa forma de seta cuando se sentían amenazados o con miedo por algún peligro, pero que cuando estaban contentos, relajados y felices, retiraban la parte de arriba de la seta y quedaba colgando como una capucha y, entonces, se parecían incluso más a los humanos, pero en chiquitito.
Cuando algo malo ocurría, se cubrían y de la parte alta de la seta salían unos pequeños hilitos de polvo mágico con el que iban impregnando el ambiente, hasta que todo lo malo desaparecía. Así que a Tiana se le ocurrió que si allí funcionaba, quizás podían ayudar en su planeta, en la tierra, para hacer que los países y sus habitantes se entendieran mejor, al esparcir el polvo por los poros de su setas.
Fue así como idearon un plan conjunto con los jefes de los viamontinos, llamados Supremos, para intentar aliviar los problemas de la tierra. Y por esa buena causa, sí que estaban dispuestos a regresar a su hogar todos los miembros de la familia Jordan.
- Tú dirigirás el comando Alfa, querido César – dijo el mayor de los Supremos, tú el Beta, querida Mirena, – dijo el Supremo mediano.
- Síííí, con honor!!! – respondieron todos ellos.
Y así sucesivamente fueron creándose los diferentes comandos de pequeños viamontinos que iban a acompañar a Tiana y a su familia a la tierra. A todos ellos se les asignó una letra diferente del alfabeto griego, para poder comunicarse con ellos de forma rápida y sencilla.
Durante el viaje de regreso de la familia Jordan, los viamontinos iban relajados y sin la capucha de setas puestas, pero al llegar a la Tierra adoptaron la forma de setas para poder pasar desapercibidos, y poder alcanzar los bosques más cercanos a las grandes ciudades de cada país. Desde allí llevarían a cabo su plan.
A la orden de Tiana, que debía tocar un saxofón mágico, hecho con el bronce dorado extraído de la montaña multicolor del planeta Viamonte, todos los pequeños viamontinos debían empezar a esparcir a la misma vez los polvos mágicos de sus diminutas cabezas de setas. De esa manera el poder de los polvitos se intensificaría y se haría más fuerte y poderoso todavía, para llegar hasta el último rincón escondido de la Tierra.
Afortunadamente, todo salió como lo habían planeado y practicado durante mucho tiempo, y cuando la pequeña Tiana, con su hermano al lado tocando una linda flauta de marfil viamontino, tocó la melodía acordada, todos los viamontinos juguetones, soplaron y resoplaron con todas sus fuerzas para esparcir la magia por todos los lugares del mundo.
Al cabo de dos horas, todo el planeta Tierra parecía un mundo mágico y multicolor, por el efecto del polvo mágico con la luz y el aire. Se llenó de tan buenas energías la Tierra que, con esa fuerza otorgada por los viamontinos, los dirigentes de los países pudieron resolver sus problemas, los científicos encontrar la solución a las enfermedades, los enemigos resolver sus diferencias, los profesores y maestros entender a sus alumnos, los padres tener más tiempo y diversión con sus niños, y así multitud de problemas y desajustes fueron resolviéndose poco a poco, pero con muchísimo éxito.
Tiana estaba tan contenta y tan feliz que se le olvidó por unos instantes, que sus pequeños amigos y aliados tenían que regresar a Viamonte, para poder seguir con sus vidas y reencontrarse con sus familias.
Por suerte, el polvo mágico de los viamontinos todavía tenía un efecto largo y duradero, por lo que ninguna tristeza pudo asomarse al rostro o al corazón de Tiana y su familia, que eran ahora los guardianes del secreto, de cómo la tierra volvió a ser un lugar feliz y lleno de comprensión, en el que vivir disfrutando y ayudándose unos a otros.
LLenos de agradecimiento y de emoción se despidieron los Jordan de todos y cada uno de los comandos de viamontinos y prometieron verse pronto.
¡Hasta siempre queridos amigos! – exclamaron todos a la vez, mientras en el cielo dibujaban con sus pequeñas naves un corazón, a modo de despedida, mientras regresaban alegres por el éxito de su misión a su hogar, Viamonte.
¡COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO!