El monito singular
Había una vez un monito que era un poquito feo, pero al que le encantaba hacer bromas a sus amigos, aunque a sus amigos no siempre le gustaban sus bromas.
Sin embargo, un día al acabar el cole, el monito se dio cuenta de que cada broma que él le hacía a sus amigos, ellos las repetían a su vez con los suyos, y entonces, sí que todos se reían.
¡Eso le ponía muy, pero que muy triste!
Además, él tenía algo raro entre los monitos. A él… ¡NO LE GUSTABAN LOS PLÁTANOS!
Por eso sus amigos le trataban mal, y le decían sus amigos:
– ¡Eres raro, no te gustan los plátanos!
¡Feo! ¡RARO, MUY RARO! ¡NO NOS GUSTAN TUS BROMAS!-
Al monito no le gustaba nada oir eso y se sentía muy mal, pero sus padres siempre le intentaban animar, aunque nunca, realmente, lo conseguían…
Un día el monito vio una planta que era muy grande, ¡¡más grande que la platanera!!
¡Para el monito eso era impresionante!. Además, vio que de ella colgaban unas frutas redondas y duras, y le extrañó mucho, porque… ¡nunca en su vida había visto algo así!
La curiosidad le pudo, y entonces agarró una de esas frutas extrañas, le intentó dar una mordida y no pudo, ya que estaba muy, muy dura.
Poco después descubrió, que eso ocurría porque tenía una cáscara que había que romperla, pero una vez quitada se podía morder,… y esta vez, ¡estaba buenísima!
Fue corriendo a darle de esta fruta misteriosa y sabrosísima a sus padres, y ellos dijeron:
Mhhh, esto, EsTo, ESTO, ¡ESTA BUENÍSIMO!!!
Ahora tenía que pensar un nombre para esa fruta…
…y despues de más de tres horas pensando en ese nombre, decidió, al fin, que tenía que elegir entre estos seis nombres:
-Coco
-Plátanos
-Fruta
-Nombre
-Krao
-Codak
No sabía cuál debía escoger, así que al final se decidió por el primer nombre de la lista, que era Coco.
En cuanto escogió el nombre, fue corriendo a contarle a sus amigos lo sucedido.
– Hoy, después del cole, me fui a explorar la selva, y encontré esta fruta que esta buenísima, – le dijo el monito a sus amigos mostrándoles la deliciosa fruta- y la llamé ¡Coco!.
¡Provadla! ¡Seguro que os gusta!
Sus amigos contestaron:
– Dudo que algo tuyo esté bueno, pero no se ha escrito nada de los cobardes, así que venga, VAMOS A PROBARLA.
Los amigos, después de probarla, no sabían que decir:
Así que el Monito preguntó:
¿Os gusta?
¡Los amigos no tenían palabras para describir aquella fruta!
Está…¡ESTÁ BUENISÍSIMA!
¡¿¡¡ DE DÓNDE LA HAS SACADO!?!!
¡QUEREMOS COMER MÁS!
Después de que el monito les enseñara el camino para llegar a ese gran árbol del que salían los Cocos, aprendieron los amiguitos del monito singular que no hay que juzgar por las apariencias.
¡Así que, desde ese gran momento, no volvieron a llamar al monito, ni feo, ni tonto, y cuando le hacía las bromas a sus amiguitos, todos se reían!
¡COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO!