
La ventana Mágica
Había una vez un carpintero ebanista, que se llamaba Mario, al que le encantaba hacer ventanas. De hecho, su casa estaba llena de ventanas y cada una tenía un color diferente. Así, había una ventana azul, una amarilla, una Roja, una naranja…
Pero sentía que faltaba un color, sin embargo no sabía qué color era ese que faltaba, así que decidió ir a dar un paseo por el bosque.
Después de varias horas caminando, vio un arbol que era del mismo color de sus hojas. Es decir, ¡su tronco era tan verde, como lo eran sus hojas!
Poco después, se dio cuenta de que justo ese era el color que le faltaba. Ese color era el único del que no tenía una ventana hecha, así que decidió coger la ramas caídas que estaban alrededor de aquel maravilloso árbol.
En cuanto llegó a su casa, lo primero que hizo después de lavarse las manos, fue ponerse a hacer aquella ventana. Cuando terminó de hacerla, hizo el hueco en la pared, junto al resto de sus ventanas, y ahí colocó con esmero la nueva ventana, que acababa de realizar con ese color verde único. Nunca había visto tantos detalles en una ventana, y no estaba seguro de haber sido él, el que los hizo, pero como estaba tan cansado porque ya era muy tarde, se acostó sin pensar demasiado.
A la mañana siguiente miró por la ventana verde, y ¡no se veía lo que había normalmente detrás como paisaje! ¡El carpintero Mario no sabía qué hacer!
Entonces decidió salir alrededor de su casa, y se asomó por sus ventanas desde afuera. Lo extraño era que por fuera, si se veía a través de la ventana, sí que se veía el interior de la casa, pero si se veía desde el interior, entonces no se veía el bosque alrededer de su casa, sino que se observaba un mundo diferente al nuestro. Todo era gris y triste, pero no entendía qué era lo que pasaba.
Poco después, sintió que ¡faltaban muchas cosas de su habitación!
El carpintero le quitó importancia y se fue de su habitación. Pero cuando Mario volvió, se asustó mucho, ya que ¡no quedaba nada en su habitación!
Resultó que la ventana tenía todo dentro, ¡sí, en ese sitio gris!. Mario, sin pensárselo dos veces, se metió en la ventana.
Cuando estaba dentro, se dio cuenta de que ese mundo era horrible, todas las personas estaban tristes, y las casas eran sosas y aburridas…
Al principio se sentó en un banco, ya que no sabía qué hacer, porque sus cosas no estaban… Después de un rato, se levantó del banco y, cuando se dio la vuelta, vio que el banco tenía su color normal, ¡ya no era gris!
Mario, para asegurarse de lo que había pasado, siguió tocando cosas.
Despues de un rato, el carpintero ya estaba cansado de tocar todo, pero no sabía cómo salir de aquel sitio triste. Fue entonces cuando Mario encontró a un hombre que estaba de espaldas, y para atraerlo le tocó el hombro. Ese hombre sí que tenía su color de verdad, ya no estaba triste, ni gris.
El hombre, que se llamaba Juanjo, quería agradecérselo a Mario, pero no sabía cómo, así que decidió preguntarle directamente. El carpintero, inteligente, respondió que no hacía falta , pero que sí que necesitaba un favor, y era que le ayudase a que ese mundo volviera a tener color.
Juanjo agradecido respondio que sí, sin dudarlo.
Y juntos salvaron ese mundo, el joven Juanjo ayudó a Mario a salir y, por supuesto, le invitó a que volviera a entrar cuando quisiera. A su vez, Mario, el carpintero, descubrió que el bosque que estaba alrededor de su casa era mágico, que había un árbol de cada color, que hacía que las ventanas hechas de sus ramas caídas fueran a la vez mágicas también.
COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO.