Había una vez una cabra que tenía siete cabritillas. Todas ellas eran preciosas, blancas y de ojos grandes. Se pasaban el día brincando por todas partes y jugando unas con otras en el prado. Cierto día de otoño, la mamá...
Ricitos de Oro era una niña buena y simpática pero demasiado curiosa ¡Siempre estaba mirando y revolviendo las cosas de los demás! Su madre a veces se enfadaba con ella. – Hija mía, lo que haces no está nada bien ¿Acaso...